La bautizaron con el nombre de
Uma; originalmente iban a llamarla Ema, pero poco antes, que ella naciera, sus
padres vieron la película "Henry and June" por lo cual decidieron ponerle el
nombre de la actriz que interpretó a June Miller, la estilizada Uma Thurman.
Pero su hermana menor en
cuanto empezó a hablar la llamó Una, palabra que se convirtió en su mote y
ocultó el conocido nombre de la actriz bostoniana.
Resulta peculiar el hecho de
que el segundo, y no tan conocido, nombre de esta actriz es Karuna. ¿No debería
llamarse Ema Karina? En fin, ese no es nuestro tema.
Nació en el seno de una
familia de clase media acomodada, o medio acomodaticia como se podría inferir
de las profesiones de sus padres; su madre era contadora y su padre abogado; él
se consideraba a sí mismo como un socrático porque era un excelente y taimado argumentador.
Una tenía la mente lúcida y era
aplicada en sus estudios, siempre se regía por la razón; eso le daba dirección
a su vida.
A él lo registraron como Otto;
pero nunca falta el cábula que le tergiversa a uno el nombre; sin saber bien, aquel
muchacho, cómo ocurrió, de repente, ya todos empezaron a llamarle Otro.
Nació en un barrio pobre,
tenía siete hermanos, su padre tuvo una táquica muerte, sí, táquica; murió al
intentar asaltar, pistola en mano, una taquería en compañía de un complice.
El taquero también estaba
armado y disparó antes, el secuaz huyó en un “zas” y nadie volvió a saber de él
más.
Otro a diferencia de su padre,
que en su vida se guió por las emociones y los instintos, se guiaba por el
corazón, eso era lo que le conducía en todo momento.
Una y Otro no se conocían, ni
frecuentaban los mismos círculos, ni tenían intención alguna de conocerse, aunque
vivían en la misma gran ciudad y tenían la misma edad, dieciocho años.
Una estudiaba su último año en
una preparatoria fifí.
Otro trabajaba como mensajero
y sólo había terminado la secundaria. Al morir su padre él acababa de ingresar
a la prepa, tenía quince años y era el primogénito, así que tuvo que asumir el
rol del hombre de la casa.
Entre él y su madre, que
trabajaba en una tienda en que vendían materiales para artesanías, tuvieron que
hacerse cargo de sostener a los otros seis huérfanos.
Una tomó un taller para
aprender a realizar velas decorativas y aromáticas, la instructora
proporcionaba los materiales; ella aprendió muy rápido, las piezas que había
realizado fueron las mejores de la cmuestra que se exhibió al terminar el
taller, en la misma exhibición le salieron compradores y recuperó más del doble
de lo que había invertido en el taller.
Llevó a la prepa las piezas
que le quedaban, un catálogo con fotografías de todas las piezas que había
realizado, y de otras que no había hecho, pero que sabía que podría hacer,
realmente tenía visión para los negocios.
Ahí, no solamente, le
compraron sus compañeros, compañeras, maestras y maestros, sino que le hicieron
bastantes encargos. Descubrió así que era un buen negocio para ella, agradable
y lucrativo, una síntesis perfecta.
Aquel sábado fue por sus
materiales a la Lagunilla, sabía que ahí encontraría buenos precios, y que no
debía lucir llamativa para que los vendedores no se encajaran y no incitar a
los amantes de lo ajeno, así que se puso la ropa más modesta y práctica que
encontró; un pantalón de mezclilla, tenis, una playera negra estampada y una
chamarra acolchada en color azul.
Le pidió a su hermana Tania,
de dieciséis años, que la acompañara. – ¡Wey, no manches! ¡Quedé de ver a
Tulio! – Contestó la hermana. – ¡Weeey! ¡Pues dile que nos acompañe! Ya después
yo me regreso a la casa en un uber y ustedes se van por su lado. – La hermana
finalmente aceptó y los tres fueron a realizar las compras.
Otro
transitaba en su bicicleta por las calles del centro, acababa de salir de su
trabajo, eran las dos veinte p. m.
Vio al
trío llegando al mercado de la Lagunilla, desde la acera de enfrente, se
distrajo al ver a Una que lo impactó, y casi se cae al pasar un bache, al tratar
de recuperar la compostura casi atropella a un tipo fornido. – ¡Órale baboso fíjate!
– Dijo el hombre. – ¡Disculpa fue un accidente! – Contestó el mensajero. Aquel
hombre gruñó, agitó la cabeza y prosiguió su camino, mascullando insultos.
Una y
sus acompañantes voltearon al oír el grito del hombre, todo había pasado muy
rápido, Otro volvió la vista y su mirada se encontró con la de ella.
Se
quedaron un instante contemplándose, hasta que Tania agitó su mano abierta
frente a Uma. – ¡O sea wey! ¡Despierta! – Le dijo a su hermana. – ¿He? ¡Ah sí! –
Contestó la abstraída joven. – ¡O sea no manches Una! ¡Qué obvia! No
disimulaste ni tantito que el wey de la bicicleta te encantó. – Dijo Tania. –
¡No! ¿Cómo crees? – contestó Uma…
Otto seguía
mirando embelesado a Uma. No alcanzaba a escuchar lo que decían entre el
barullo de los compradores y los tianguistas.
En ese
momento un joven de dieciséis años, como Tania y Tulio, llegó a toda prisa, también
en bicicleta, y le arrebató el bolso a la joven artesana, acelerando más
después de obtenerlo.
Otto,
al ver la acción gritó. – ¡Deja ese bolso idiota! – El delincuente hizo caso
omiso y siguió su rápida marcha. – ¡Agárrenlo que me robó! – Gritó Uma. –
¡Policía! ¡Auxilio! – Gritó Tania, y Tulio, dijo también. – ¡Agarren al ladrón!
– Otro, emprendiendo la persecución, dijo. – ¡Yo lo recupero! ¡No se muevan de
aquí! – El trío, asombrado, miró perderse a los dos ciclistas entre el tumulto
de gente que circulaba por el centro. Ningún policía apareció.
Después
de una persecución de cuatro calles el ladrón bajó de la bicicleta, justo a la
entrada de la vecindad en que vivía Otro.
El
joven mensajero se apeó también de su bicicleta y dio un par de bofetadas al
muchacho. – ¿Qué te pasa estúpido? ¿Crees que trabajo todo el día y pago tus
gastos de la escuela técnica, en vez de estudiar yo, para que seas un ratero?
¿No te basta con que hayan matado a nuestro padre por andar en esos pasos? – El
hermano no pudo replicar nada. Otto tomó el bolso, y le dijo:
Si ya no quieres estudiar consigue un
trabajo decente para que ayudes en los gastos.
Al rato hablamos, pero te advierto que si
vuelvo a ver o a enterarme de que sigues robando te vas de la casa, para que no
metas a toda la familia en problemas por tus estupideces, pero antes te daré una golpiza que
te mandará al hospital imbécil.
Así que si planeas seguir por ese camino
agarra tus cosas y lárgate de una vez, así te ahorrarás los golpes míos y
ganarás el aparecer muerto cualquier día igual que papá.
El
hermano se quedó en el piso, llorando, mientras Otro volvía al mercado a
devolver el bolso.
Todavía
más que las bofetadas, que nunca antes le había asestado su hermano mayor, lo
que realmente le dolió, y le hizo reflexionar, fue que le pusieran el
irrebatible mal ejemplo de su padre; pero la confrontación ocurrió a tiempo.
Desde
entonces aquél muchacho, llamado Antonio, dejó de ser problemático, rehuyó a
estar de ocioso en la calle con malas compañías; prefirió confinarse a estudiar
y aplicarse en ayudar a su mamá en las labores del hogar, mientras terminaba su
carrera técnica.
Pero
ese no es el fin de esta historia; Otto devolvió el bolso a Uma; acompañó al
grupo a realizar sus compras, consiguiendo, además un buen descuento en la
tienda en que trabajaba su madre, que resultó el lugar ideal para que Una
adquiriera la mayoría de los materiales necesarios para su labor.
Ese
fue el inicio de una relación de trabajo fructífera para ambos y al mismo
tiempo una relación amorosa muy satisfactoria.
Otro
terminó convirtiéndose en socio y pareja de Una; él pudo continuar sus
estudios, y graduarse en administración de empresas. Se casaron por las tres
leyes: Por la iglesia, por el civil y por
pe…rmanecer juntos.
A su empresa la bautizaron
como “Una Y Otro, Productos Finos”. Otto pudo emplear ahí a sus hermanos y hermanas,
algunos temporalmente y otros de manera permanente, según las necesidades propias
de estos, y pudo garantizar una vejez tranquila a su madre.
Lo peculiar del asunto es que
todos estos cambios se desencadenaron a consecuencia de un robo.
Ray Manzanárez (4/4/2021)