domingo, 4 de abril de 2021

UNA Y OTRO (#RetoSoM40Semanas Semana 9)


 

La bautizaron con el nombre de Uma; originalmente iban a llamarla Ema, pero poco antes, que ella naciera, sus padres vieron la película "Henry and June" por lo cual decidieron ponerle el nombre de la actriz que interpretó a June Miller, la estilizada Uma Thurman.

Pero su hermana menor en cuanto empezó a hablar la llamó Una, palabra que se convirtió en su mote y ocultó el conocido nombre de la actriz bostoniana.

Resulta peculiar el hecho de que el segundo, y no tan conocido, nombre de esta actriz es Karuna. ¿No debería llamarse Ema Karina? En fin, ese no es nuestro tema.

Nació en el seno de una familia de clase media acomodada, o medio acomodaticia como se podría inferir de las profesiones de sus padres; su madre era contadora y su padre abogado; él se consideraba a sí mismo como un socrático porque era un excelente y taimado argumentador.

Una tenía la mente lúcida y era aplicada en sus estudios, siempre se regía por la razón; eso le daba dirección a su vida.

A él lo registraron como Otto; pero nunca falta el cábula que le tergiversa a uno el nombre; sin saber bien, aquel muchacho, cómo ocurrió, de repente, ya todos empezaron a llamarle Otro.

Nació en un barrio pobre, tenía siete hermanos, su padre tuvo una táquica muerte, sí, táquica; murió al intentar asaltar, pistola en mano, una taquería en compañía de un complice.

El taquero también estaba armado y disparó antes, el secuaz huyó en un “zas” y nadie volvió a saber de él más.

Otro a diferencia de su padre, que en su vida se guió por las emociones y los instintos, se guiaba por el corazón, eso era lo que le conducía en todo momento.

Una y Otro no se conocían, ni frecuentaban los mismos círculos, ni tenían intención alguna de conocerse, aunque vivían en la misma gran ciudad y tenían la misma edad, dieciocho años.

Una estudiaba su último año en una preparatoria fifí.

Otro trabajaba como mensajero y sólo había terminado la secundaria. Al morir su padre él acababa de ingresar a la prepa, tenía quince años y era el primogénito, así que tuvo que asumir el rol del hombre de la casa.

Entre él y su madre, que trabajaba en una tienda en que vendían materiales para artesanías, tuvieron que hacerse cargo de sostener a los otros seis huérfanos.

Una tomó un taller para aprender a realizar velas decorativas y aromáticas, la instructora proporcionaba los materiales; ella aprendió muy rápido, las piezas que había realizado fueron las mejores de la cmuestra que se exhibió al terminar el taller, en la misma exhibición le salieron compradores y recuperó más del doble de lo que había invertido en el taller.

Llevó a la prepa las piezas que le quedaban, un catálogo con fotografías de todas las piezas que había realizado, y de otras que no había hecho, pero que sabía que podría hacer, realmente tenía visión para los negocios.

Ahí, no solamente, le compraron sus compañeros, compañeras, maestras y maestros, sino que le hicieron bastantes encargos. Descubrió así que era un buen negocio para ella, agradable y lucrativo, una síntesis perfecta.

Aquel sábado fue por sus materiales a la Lagunilla, sabía que ahí encontraría buenos precios, y que no debía lucir llamativa para que los vendedores no se encajaran y no incitar a los amantes de lo ajeno, así que se puso la ropa más modesta y práctica que encontró; un pantalón de mezclilla, tenis, una playera negra estampada y una chamarra acolchada en color azul.

Le pidió a su hermana Tania, de dieciséis años, que la acompañara. – ¡Wey, no manches! ¡Quedé de ver a Tulio! – Contestó la hermana. – ¡Weeey! ¡Pues dile que nos acompañe! Ya después yo me regreso a la casa en un uber y ustedes se van por su lado. – La hermana finalmente aceptó y los tres fueron a realizar las compras.

Otro transitaba en su bicicleta por las calles del centro, acababa de salir de su trabajo, eran las dos veinte p. m.

Vio al trío llegando al mercado de la Lagunilla, desde la acera de enfrente, se distrajo al ver a Una que lo impactó, y casi se cae al pasar un bache, al tratar de recuperar la compostura casi atropella a un tipo fornido. – ¡Órale baboso fíjate! – Dijo el hombre. – ¡Disculpa fue un accidente! – Contestó el mensajero. Aquel hombre gruñó, agitó la cabeza y prosiguió su camino, mascullando insultos.

Una y sus acompañantes voltearon al oír el grito del hombre, todo había pasado muy rápido, Otro volvió la vista y su mirada se encontró con la de ella.

Se quedaron un instante contemplándose, hasta que Tania agitó su mano abierta frente a Uma. – ¡O sea wey! ¡Despierta! – Le dijo a su hermana. – ¿He? ¡Ah sí! – Contestó la abstraída joven. – ¡O sea no manches Una! ¡Qué obvia! No disimulaste ni tantito que el wey de la bicicleta te encantó. – Dijo Tania. – ¡No! ¿Cómo crees? – contestó Uma…

Otto seguía mirando embelesado a Uma. No alcanzaba a escuchar lo que decían entre el barullo de los compradores y los tianguistas.

En ese momento un joven de dieciséis años, como Tania y Tulio, llegó a toda prisa, también en bicicleta, y le arrebató el bolso a la joven artesana, acelerando más después de obtenerlo.

Otto, al ver la acción gritó. – ¡Deja ese bolso idiota! – El delincuente hizo caso omiso y siguió su rápida marcha. – ¡Agárrenlo que me robó! – Gritó Uma. – ¡Policía! ¡Auxilio! – Gritó Tania, y Tulio, dijo también. – ¡Agarren al ladrón! – Otro, emprendiendo la persecución, dijo. – ¡Yo lo recupero! ¡No se muevan de aquí! – El trío, asombrado, miró perderse a los dos ciclistas entre el tumulto de gente que circulaba por el centro. Ningún policía apareció.

Después de una persecución de cuatro calles el ladrón bajó de la bicicleta, justo a la entrada de la vecindad en que vivía Otro.

El joven mensajero se apeó también de su bicicleta y dio un par de bofetadas al muchacho. – ¿Qué te pasa estúpido? ¿Crees que trabajo todo el día y pago tus gastos de la escuela técnica, en vez de estudiar yo, para que seas un ratero? ¿No te basta con que hayan matado a nuestro padre por andar en esos pasos? – El hermano no pudo replicar nada. Otto tomó el bolso, y le dijo:

Si ya no quieres estudiar consigue un trabajo decente para que ayudes en los gastos.

Al rato hablamos, pero te advierto que si vuelvo a ver o a enterarme de que sigues robando te vas de la casa, para que no metas a toda la familia en problemas por tus estupideces, pero antes te daré una golpiza que te mandará al hospital imbécil.

Así que si planeas seguir por ese camino agarra tus cosas y lárgate de una vez, así te ahorrarás los golpes míos y ganarás el aparecer muerto cualquier día igual que papá.

El hermano se quedó en el piso, llorando, mientras Otro volvía al mercado a devolver el bolso.

Todavía más que las bofetadas, que nunca antes le había asestado su hermano mayor, lo que realmente le dolió, y le hizo reflexionar, fue que le pusieran el irrebatible mal ejemplo de su padre; pero la confrontación ocurrió a tiempo.

Desde entonces aquél muchacho, llamado Antonio, dejó de ser problemático, rehuyó a estar de ocioso en la calle con malas compañías; prefirió confinarse a estudiar y aplicarse en ayudar a su mamá en las labores del hogar, mientras terminaba su carrera técnica.

Pero ese no es el fin de esta historia; Otto devolvió el bolso a Uma; acompañó al grupo a realizar sus compras, consiguiendo, además un buen descuento en la tienda en que trabajaba su madre, que resultó el lugar ideal para que Una adquiriera la mayoría de los materiales necesarios para su labor.

Ese fue el inicio de una relación de trabajo fructífera para ambos y al mismo tiempo una relación amorosa muy satisfactoria.

Otro terminó convirtiéndose en socio y pareja de Una; él pudo continuar sus estudios, y graduarse en administración de empresas. Se casaron por las tres leyes: Por la iglesia, por el civil y por pe…rmanecer juntos.

A su empresa la bautizaron como “Una Y Otro, Productos Finos”. Otto pudo emplear ahí a sus hermanos y hermanas, algunos temporalmente y otros de manera permanente, según las necesidades propias de estos, y pudo garantizar una vejez tranquila a su madre.

Lo peculiar del asunto es que todos estos cambios se desencadenaron a consecuencia de un robo.

Ray Manzanárez (4/4/2021)

domingo, 28 de marzo de 2021

SUEÑO DE UNA NOCHE DE BORRACHERA (#RetoSoM40Semanas Semana 8)

 



En alguna de sus múltiples borracheras Ferdinando, tras de ser abandonado en la carretera debido a su necedad de ebrio, y por algún incidente del cual no tiene memoria, llegó a esa casa abandonada por un camino de terracería; la casa era grande y tenía incluso un ático; había un olor que parecía de lodo podrido; subió a la planta alta y quiso abrir la puerta del cielorraso que conducía a la buhardilla.

Apenas entreabrió la puerta cuando advirtió un olor realmente nauseabundo y volvió a atrancarla de inmediato.

Pasó la noche en aquella casa, se metió a una de las recámaras que se veía hacía mucho había dejado de usarse, había otras dos, y un cuarto de servicio, pero no quiso explorar más.

Sacó unas cobijas polvorientas de un cajón, las sacudió lo mejor que pudo y se instaló sobre la cama que también sacudió; estaba acostumbrado a quedarse en cualquier lugar tirado de borracho, así que las cobijas y la cama sucia no fueron impedimento para dormir.

Tuvo un sueño peculiar; en él despertaba en esa misma cama, pero todo estaba limpio, a su lado había una pelirroja, de unos treinta y cinco años, en el esplendor de su belleza, y con la misma edad que él en la vida real.

Él se levantaba y le daba un beso amoroso en la frente, la dejaba dormir y se metía al baño para asearse, ahí vio reflejada su imagen en el espejo, en el sueño era un hombre de sesenta años.

Arsenio era su nombre, era propietario de una prestigiosa joyería en el centro de la ciudad. Había enviudado joven y no tenía descendencia.

No hacía mucho que Gertrude, aquella bella alemana que dominaba a la perfección el español, era su mujer, había llegado a trabajar a la joyería tres meses atrás; en un mes lo enamoró y a los dos meses ya era su esposa.

Antes, de casarse con él, llegaba, siempre a la joyería, acompañada de su hermano Andreas, quien también hablaba un español perfecto; ambos hermanos se declaraban contra su nación, decían que Alemania era un lugar horrible, la gente muy fría y que el clima era igual, que no había nada como el clima de México y la calidez de su gente.

Hacían estas declaraciones sin vacilar, cada vez que alguien les preguntaba algo acerca de su país; debido a esto y a la blancura de su piel se ganaban la simpatía de cualquier mexicano, aunque de por sí la gran mayoría de los mexicanos somos malinchistas y afectos a cualquiera que tenga aspecto europeo.

Arsenio y Gertrude acababan de regresar de su luna de miel; un mes completo en la Riviera Maya. Era el primer día que Arsenio se presentaba en la joyería después de la boda; sin embargo seguía embelesado con su esposa y decidió dejar, una vez más, la tienda encargada al subgerente para regresar a la hora de la comida con su mujer.

No le avisó a ella para darle la sorpresa, incluso tomó un autobús, en vez de abordar su auto, y caminó el kilómetro de camino de terracería que separaba a la casa de la carretera; llegó a la entrada de la residencia, le extrañó no ver a nadie del servicio a la entrada, a quienes esperaba ver para pedirles que no advirtieran a la señora de su presencia y sorprenderla gratamente.

Se asomó al cuarto de servicio y no vio a nadie. Finalmente dejó el patio y entró a la sala de su casa, procurando no hacer ruido alguno, se asomó al comedor, a la cocina, a la biblioteca; todo estaba en perfecto orden, pero no podía encontrar a nadie, era como si todos los residentes en la casa hubieran sido abducidos.

Al subir la escalera hacia la planta alta empezó a escuchar unos ruidos peculiares y murmullos, la recamara más cercana a las escaleras era la de su cuñado, de ahí provenían los ruidos.

Primero pensó que su cuñado había seducido al ama de llaves y que estaba con ella, pero luego pudo identificar la voz de su cónyuge, quien hacía el amor, frenéticamente, con su supuesto hermano.

La vista se le nubló, sus piernas flaquearon, sus oídos zumbaron; estaba al borde del desmayo y de rodar por las escaleras, pero pudo asirse del barandal; se sentó al borde del pasillo, tomó una pastilla, de las que llevaba en el bolsillo interno de su saco, para controlar la presión.

Se quedó un largo rato sentado mientras escuchaba que los amantes comentaban, sin saber que él oía, el como lo habían engañado; se enteró de que no eran alemanes, sino oriundos de Jalisco, sus planes posteriores para matarlo a él y quedarse con todo su patrimonio.

Escuchó como descorchaban una botella de vino para celebrar lo bien que iban sus planes, para entonces ya la pastilla había hecho su efecto y devastado, pero con la presión normalizada, bajó silenciosamente las escaleras y salió de la casa.

A partir de ese momento inició los trámites para no dejar nada a su esposa; nunca volvió a compartir el lecho con ella; sacó el dinero de las cuentas de su banco, anuló su matrimonio y echó a ambos de su casa.

A pesar de que logró librarse de aquella estafa sus emociones y su ánimo quedaron profundamente afectados, comenzó a desconfiar de todo mundo, corrió a su servidumbre, vendió la joyería y se dedicó a beber.

Este abandono, de sí mismo, propició que aquel par de estafadores lo reencontraran. Lo vieron deambulando ebrio por una calle, ante lo cual decidieron seguirlo sin darse a notar; él llegó hasta su casa y al ver que estaba solo, sin protección alguna, entraron y lo torturaron, tratando de averiguar sí tenía todavía algún dinero para darles.

Ante lo vano de sus esfuerzos decidieron encerrarlo en el ático, atado y amordazado, y dejar que muriera ahí. Tomaron todo lo de valor que pudieron cargar en un par de maletas, más un par de botellas y se fueron bebiendo hasta la carretera en plena noche; llegaron a esta completamente ebrios y fueron atropellados por un tráiler.

Todo esto soñó Ferdinando, pero el sueño no terminó ahí, una vez que los amantes yacieron muertos en la carretera, Ferdinando se vio de nuevo en el ático frente al cadáver de Arsenio, que ya no era uno con él, éste abrió los ojos y luego la boca para pedirle a Ferdinando que le diera cristiana sepultura y decirle también los escondites en que su dinero estaba guardado.

Arsenio le recomendó también a Ferdinando que dejara de autodestruirse como él había hecho y que disfrutara su vida.

Ferdinando siguió las instrucciones de Arsenio y sus recomendaciones, así que lo enterró, se internó en una clínica para desintoxicarse, se reencontró con sus padres y hermanos y siguió su vida de la mejor forma posible; incluso ahora patrocina una clínica de rehabilitación para alcohólicos que lleva el nombre del difunto Arsenio.

Ray Manzanárez (Versión 09-06-2021)

domingo, 21 de marzo de 2021

SETECIENTAS VIDAS [Minificción] (#RetoSoM40Semanas Semana 7)

 

Todos los días tuvo cambios, unas veces para bien, otras para mal, pero la soberbia fue desapareciendo, poco a poco, muy poco a poco; en setecientas vidas, en el lapso de un año cósmico.

Su alma se perfeccionó, el espíritu logró su propósito, ya no fue necesaria una mezcla de cromosomas que le diera un cuerpo nuevo.

Ya nada le dolía, nada había que sobarse, todas las heridas habían desaparecido y no había en donde recibir más.

Lejos, muy lejos habían quedado los enemigos de todas sus vidas, no era ya necesario realizar operación alguna para garantizarse la permanencia.

Reposó mil años, ningún sonido le molestó, ninguna luz, ningún ser, nada.

Al despertar se dio cuenta de que podía crear lo que quisiera, era gobernador de sí mismo. Así que hizo su propio big bang, engendrando un nuevo universo; no tenía prisa: Ya era un Dios.

Ray Manzanárez (21-3-2021)